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366 devotional readings that will unlock the secret power to Abiding In Christ

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Reimar A.C. Schultze

Llamado a la Obediencia Archivo

Madre, es más importante instruir a sus hijos que comprar cosas para ellos.

"Una Carta A Las Madres"

            “Un varón de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses.  Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella el niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río” (Éxodo 2:1-4).

            Los estudiantes de las escrituras nos dicen que la hermana de Moisés lo vigiló de lejos y por esto el bebé fue devuelto a su madre quien lo crió por los próximos cinco a siete años.  La hija de Faraón lo encontró en el río y lo adoptó, pero la hermana de Moisés sugirió que la princesa dejara a Moisés con su madre.

            Lo extraordinario de Moisés es que tuvo una madre quien supo enseñarle tanto de Dios en los pocos años que vivió con ella.  Le guió y enseñó tanto que aun los próximos 33 a 35 años en el palacio de Faraón no pudieron sacar de su corazón lo que su madre le había enseñado.

            Esta madre puso algo en su hijo en los primeros años de su vida que el mundo no pudo sacar.  ¿Cuántas madres hay hoy que pueden criar a su hijo por solo cinco años y después ponerle en manos de un extranjero que creer en una religión diferente y vive una vida adúltera e idólatra?  ¿Cuántas madres esperarían que su hijo viviera como ellas lo criaron en esos primeros años?

            La vida de Moisés nos muestra que los primeros años de la vida de un niño son muy impresionables.  Si una madre puede quedarse en casa con su hijo en vez de trabajar durante estos años, él tendrá una base buena para vivir una vida santa.  Y cuanto más bendecidos serán la madre y el hijo si ella decide seguir la instrucción de su hijo en casa hasta ser adulto.

            Desafortunadamente, hay cada día más y más centros de cuidado infantil aquí en los Estados Unidos, centros donde una madre puede dejar su hijo mientras ella trabaja.  Estos niños son influenciados más por los empleados de estos centros que por sus propias madres.  Nuestro gobierno quiere incentivar a que fábricas, hospitales, y oficinas crean centros de cuidado para que más madres puedan abandonar el cuidado de sus hijos para trabajar.

            Madres, déjenme preguntarles qué es más importante para ustedes: criar un hijo que podrá impactar su mundo para bien o tener dinero para comprarle juguetes, una bicicleta, u luego como adulto un automóvil y su educación universitaria.

            ¿Qué es más importante: que trabaje para proveer cosas materiales o que pase tiempo con él en casa, guiándole para vivir por Dios?  No sean engañadas por el deseo de bendecir a sus hijos con posesiones materiales cuando Dios les llama a bendecirles con su presencia y su influencia espiritual diaria.

            Una madre debe tener una visión para criar hijos santos: “pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”

            Águilas pequeñas se quedan con su madre y padre y son guardados de toda influencia extranjera hasta que sus alas se han desarrolladas lo suficiente para volar.  Solo comen comida proveída por sus padres, no tienen contacto con otros aves, no dejan el nido hasta que pueden volar.

            Jocabed fue una madre de tiempo completo.  A la edad de siete, ella ya había creado en Moisés el carácter santo que necesitaría para resistir el espíritu del mundo en su vida adulta.

            Pocas madres tienen éxito en crear este tipo de carácter santo en sus hijos porque son vencidas por las presiones de mundo y luego cosechan un espíritu mundano en ellas mismas y en sus hijos.

            Consideremos algunos de los factores que ayudaron a Moisés a guardar lo que su madre le enseñó.

            Primeramente, estoy convencido que Jocabed era una mujer de oración.  Sabiendo que pronto su hijo iba a ir a vivir en el palacio de Faraón ella entendía que necesitaba la ayuda de Dios.  Diariamente agonizaba en oración por su hijo.  Éstas oraciones igual a sus alabanzas encontraron lugar en el alma de Moisés desde el momento que nació hasta que fue a vivir en el palacio.

            Una vez yo visité con un señor que dirige una estación de radio que difunde el evangelio por todo el mundo.  El dijo, “La cosa que más me influenció que caminara con Cristo fue la voz de mi madre cuando en oración.”

            No existe nada más impresionante sobre la vida de un niño pequeño que las peticiones de una madre que teme a Dios.  Moisés nunca olvidó durante toda su vida, aún en la casa de Faraón, que Dios le había llamado.

            La segunda cosa que hizo la madre de Moisés fue no permitir su desobediencia.  Ella le enseñó a Moisés como respetar a los que están en autoridad.  El libro de Romanos nos dice que toda autoridad es ordenada por Dios.  Moisés aprendió a obedecer a toda autoridad, aún los que le trataban injustamente.

            Si Moisés no hubiera aprendido a obedecer, nunca hubiera llegado a ser el salvador de Israel.

            Mientras lees la Biblia, verás que todos los grandes hombres de Dios aprendieron como niños a obedecer aún cuando eran maltratados.  Por medio de su sufrimiento bajo un amo cruel, aprendieron a ser humildes mientras el Señor les moldea.  Hasta Jesús sufrió injusticia tras injusticia sin quejarse.  Fue perfeccionado por medio de su sufrimiento.  ¿Cómo será perfeccionado su hijo si no le enseñas a aguantar el sufrimiento como un espíritu de humildad y coraje?

            Me entristece cuando niños llegan a casa de la escuela y dicen, “Mi maestro me corrigió por algo que no hice,” y sus padres van a la escuela para regañar al maestro.  (Todos sabemos que es rara la vez que un maestro castiga a su estudiante sin buena causa.)

            Queridos padres, ustedes entristecen al Espíritu Santo cuando enfrentar a un maestro.  Sus hijos deben aprender a sufrir injusticia para mejorar su carácter, ser purificados, y últimamente ser usados por Dios.  Así como Jesús vino al mundo para sufrir y morir, nosotros nacemos de nuevo para sufrir y morir al yo.

            Otra razón por la cual padres nunca deben defender a sus hijos frente a la autoridad de un maestro, pastor, o supervisor es porque la mayoría del tiempo su hijo merece la corrección o el castigo.

            Todos debemos reconocer que nuestra justicia es como trapos sucios y sin la misericordia de Dios recibiríamos muchos castigos por nuestras palabras, acciones, y actitudes.

            Entonces, madres, enseñen a sus hijos como lo hizo Jocabed a someter a la autoridad.  Si alguien a hecho algo injusto o inmoral, debemos enfrentar a esa persona solos y en una forma suave.  Sí hay algunas situaciones donde debemos proteger a nuestros hijos.  En general nunca debemos dar la impresión a nuestros hijos que las autoridades se deben cuestionar o desobedecer.  Pablo dice que toda autoridad es ordenada por Dios para la justicia e injusticia para traernos a los pies de Jesús.

            Jocabed, por medio de sus oraciones, puso algo maravilloso en el corazón de Moisés.  Le enseñó a obedecer la autoridad y a nunca quejarse de tratamiento injusto.

            Moisés nunca hubiera llegado a una posición tan alta en la corte egipcia si su madre no le hubiera enseñado éstas cosas.

            La responsabilidad primaria de una madre es criar a su hijo para la gloria de Dios y esto se puede hacer solamente cuando la madre dedica todo su tiempo y energías hacia esta meta.

            Madres, muchas de ustedes tendrán que escoger entre las posesiones materiales y la instrucción cristiana.  “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Proverbios 22:6).  Este trabajo es de tiempo completo, una vocación que tendrá resultados eternos.

            En mi caso, cuando mi madre murió después de 50 años de viudez, me dejó solamente su Biblia, pero lo que dejó en mi corazón nada en el mundo me lo puede quitar.

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